En un lugar del mundo, había una vez una manada de elefantes. Algunos eran jóvenes, otros eran más viejos; otros eran altos, gordos o delgados. Todos eran diferentes, felices y del mismo color, menos Elmer.
Elmer no era de color elefante, era multicolor. Sin embargo, era el único que hacía reír a los demás y el que gastaba bromas, aunque a veces también las recibía.
Una noche, Elmer no podía dormir porque no paraba de pensar en el malestar que le generaba ser diferente a los demás elefantes. A la mañana siguiente, se marchó discretamente de la selva y por el camino se encontró con muchos animales que lo reconocían y lo saludaban.
Después de un largo camino, Elmer encontró lo que tanto buscaba: un gran arbusto repleto de bayas de color elefante. A continuación, lo sacudió con la trompa haciendo caer las bayas y se tumbó en el suelo rodando de un lado a otro para cubrirse del jugo que desprendían.
Al cabo de un rato, Elmer había conseguido tener la apariencia de cualquier otro elefante. Con este aspecto emprendió su camino de regreso hacia la manada, muy contento porque los animales con los que se había cruzado anteriormente no le reconocían.
Cuando llegó a donde estaba la manada, los elefantes tampoco lo reconocían. Además, se mostraban serios, callados y no se movían. Cuanto más los miraba, más le entraba risa hasta que no puedo aguantar y terminó asustando al resto de la manada.
Sin embargo, desde que los elefantes se dieron cuenta de que era Elmer el que les había gastado la broma no pararon de reír. Mientras todos reían, empezó a llover y Elmer fue perdiendo ese gris elefante que había conseguido tener gracias a las bayas, dejando al descubierto sus colores.
Gracias a la broma que les gastó Elmer, los elefantes decidieron conmemorar ese día como “El día de Elmer” donde todos acordaron pintarse de colores, menos Elmer que se pintaría de gris.
Este elefantito nos enseña la importancia de respetar la diversidad y de aceptarla de forma positiva.
Nos invita a ser auténticos y a reflexionar sobre nuestras diferencias desde el respeto, así como aceptarlas y celebrarlas teniendo en cuenta que son las que nos hacen únicos, especiales, valiosos y destacar entre la multitud.
Información extraída del libro “Elmer” de David Mckee.
Sara González Hernández
Psicóloga educativa T-04358