A lo largo de la historia y en distintos lugares del mundo han habido muchas niñas que se han armado de fuerza y valor para protestar por la desigualdad y por tener un futuro predestinado solo por el hecho de ser mujer.
Crunk debía quedarse avivando el fuego, cuidando de la tribu y esperando a que los hombres regresaran.
Nefru por haber nacido mujer su destino era convertirse en la señora de la casa y su opinión no contaba para nada.
Irene también tenía su futuro predestinado y estaba dentro de su casa.
Cornelia, a los catorce años, se enteró de que su padre había concertado su matrimonio con un hombre al que ella ni conocía.
Mei debía seguir la tradición que obligaba a las niñas a llevar los pies fuertemente vendados para impedir que estos crecieran de forma natural.
A pesar de estar en distintos lugares del mundo y en distintas épocas, sus familias siempre ponían por encima la premisa de que las cosas siempre han sido así y así lo serán para siempre. Sin embargo, ellas no se rendían y estaban convencidas de que juntas podrían cambiarlo.
Y pasaban milenios y Jimena, Margarida, Emma, Camille, Asha, Alika y Yela al igual que Crunk, Nefru, Irene, Cornelia y Mei se sumaban a protestar, y gracias a ellas las cosas iban cambiando.
En un colegio de Sevilla, Olivia estaba exponiendo un trabajo sobre los grandes inventos del siglo XIX, y lo que más le sorprendió era que casi todos los personajes relevantes eran hombres y lanzó unas preguntas:
¿Cómo habría sido el mundo si las mujeres hubieran tenido las mismas oportunidades que los hombres?
¿Qué grandes cosas se habrá perdido la humanidad por no darnos el lugar que nos corresponde?
¿Quién sabe cuántas niñas como yo intentaron hacerse oír y nadie las escuchó?
Olivia pensó en todas ellas y se alegró de ser una más de una enorme cadena de mujeres que siglo tras siglo han caminado en la misma dirección, exigiendo la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres, de niñas y niños.
Es cierto que aún quedaba mucho por andar, pero Olivia se sintió orgullosa y muy agradecida por cada paso que dieron todas y cada una, por su valentía y porque sin ellas no habrían llegado hasta aquí, sin ellas no seríamos nosotras.
Todas y cada una lucharon por cambiar lo que hasta entonces parecía inmodificable, pues un mundo que no permite que seamos libres e iguales es también una cárcel.
Información extraída del libro “Ellas” de Raquel Díaz Reguera.
Sara González Hernández
Psicóloga educativa T-04358