La salud trae consigo de forma consustancial lo que se ha llamado el Bienestar. Así en 1984 la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el término salud como estado completo de bienestar físico, mental y social y no meramente la ausencia de enfermedades o trastornos. Recientemente, esta misma organización ha mostrado su énfasis en la mejora del bienestar de la población como prioridad sanitaria, siendo recogida esta idea igualmente en la nueva estrategia sanitaria de Europa de 2020 (Comisión Europea, 2010) citado en Sanjuán (2014).
¿Podríamos pararnos un momento y reflexionar sobre ello? ¿Sobre nuestro bienestar particular? ¿Tenemos claro cuál es el grado de nuestra felicidad o bienestar?
Desde hace poco tiempo se considera que los términos felicidad y bienestar pueden emplearse sin distinción desde un punto de vista empírico. A ello han contribuido los trabajos de diferentes autores como Diener, Lyubomirsky, Fredrickson, Keyes, King y otros muchos.
Centrándome en el concepto de Bienestar Subjetivo, tal y como lo acuñaba Diener, lo subjetivo se refiere a cómo la persona subjetivamente percibe e interpreta la realidad y a cómo se siente, y no precisamente, a índices objetivos de calidad de vida. Es sabido que objetivamente una persona puede poseer un alto nivel económico y educativo, tener excelente salud y todo ello puede influir en el bienestar o felicidad de la misma, pero a pesar de esto no obstante, puede sentirse desgraciada. De este modo podemos indicar según los datos que nos aporta la literatura en este ámbito que el efecto más importante que tienen los eventos y situaciones vividas sobre la felicidad no es el directo sino aquel que se produce a través de cómo se vivencian y afrontan las circunstancias que se experimentan. En este caso, es la actitud y el sentido que se dé a lo ocurrido lo que marca el grado de sentimiento o sensación de bienestar.
Así se puede enunciar que el Bienestar Subjetivo se define como la evaluación que hace la persona de su vida, incluyendo tanto juicios cognitivos sobre la satisfacción vital, como valoraciones afectivas sobre sus estados de ánimo y emociones. Intervienen por tanto dos componentes, uno afectivo donde la persona con bienestar informaría de experiencias frecuentes de emociones positivas y baja proporción de negativas; y otro cognitivo, donde la persona indica que está satisfecha con su vida.
Para finalizar este texto, de qué mejor manera que destacando diferentes factores importantes que contribuyen al desarrollo del bienestar, citado en Sanjuán, 2014:
- La autoaceptación, tanto de los aspectos positivos como de aquellas limitaciones propias.
- La autoeficacia, la cual hace percibir la capacidad para controlar el entorno.
- La autonomía, la cual hace sentir que la causa de la conducta propia es de la persona.
- La implicación en metas significativas, sobre todo a aquellas que responden a las necesidades básicas de la persona.
- El mantenimiento de buenas relaciones interpersonales (`somos lo que somos en relación´. Anónimo).
- La perspectiva optimista tanto de uno mismo como del mundo.
- El afrontamiento adecuado de los problemas, lo que implica el usar estrategias activas o de solución de problemas cuando las situaciones son controlables, y de aceptación y reevaluación positiva de las situaciones cuando escapan a nuestro control (Lyubomirsky, 2001; Ryff, 1989)
Si quieres profundizar en este tema te recomendamos la siguiente lectura:
– Sanjuán, P. (2014). Promoción del bienestar psicológico: fundamentos teóricos y aplicaciones. En Sanjuán, P. y Rueda, B., Promoción y prevención de la salud desde la psicología(pp.113-145) Madrid. Editorial Síntesis, S.A. ISBN: 978-84-907704-0-5