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Violencia sexual infantil

    Violencia sexual infantil

    Hablar de violencia sexual hacia menores, es necesario. Si bien parece que existe cada vez mayor visibilización, aún estamos lejos de poder acabar con ésta lacra social. Empecemos por algunos conceptos.

    ¿Cuándo hablamos de violencia sexual infantil?

    No hay un consenso absoluto en su delimitación. Muchos son los elementos que deben definirse: hasta dónde se extiende la infancia, qué conductas se consideran un acto abusivo y cuáles han sido las estrategias utilizadas por el agresor para cometerlo. Esto ha conllevado consigo una gran polémica. En nuestro Código Penal actual se enmarca dentro de los “delitos contra la libertad sexual”, y se diferencian las agresiones de los abusos sexuales, según se utilice (o no) violencia o intimidación. Mención aparte merecen los casos en que las víctimas son menores de 16 años, dado que no pueden otorgar consentimiento antes de dicha edad. Por otro lado, el acoso sexual consiste en la solicitud de favores sexuales para sí mismo u otra persona, prevaliéndose de una situación de superioridad, con el anuncio expreso o tácito de causar daño a la víctima, dada la posición de inferioridad de la misma en la relación. Con la llegada de las nuevas tecnologías, han aparecido nuevos términos como el grooming: conjunto de estrategias que una persona adulta desarrolla para ganarse la confianza del menor a través de internet, con el fin último de obtener concesiones de índole sexual. Como se puede apreciar, el abanico de conductas es muy amplio.

    La elevada tasa de casos, sin embargo, no correlaciona con las denuncias presentadas. Normalmente, el niño o niña no comunica la situación, ya sea por vergüenza, por miedo a las consecuencias (principalmente cuando el agresor es algún familiar o conocido, que es lo más habitual) o simplemente, porque no es consciente de ser una víctima. Nos encontramos además con que el incremento de manifestaciones de violencia sexual infantil en las últimas décadas, ha llevado aparejado un aumento de las denuncias inconsistentes, no de por sí falsas, sino insuficientemente fundamentadas y objetivadas, donde la única evidencia es la declaración del menor.

    Existe una serie de indicadores que nos pueden ayudar a reconocer a unavíctima. Los físicos son poco frecuentes y muy variables, ya que los abusadores no suelen usar la fuerza sino el engaño, autoridad o poder con el menor y las lesiones provocadas pueden ser compatibles con otro tipo de alteraciones o enfermedades (infecciones genitales, desgarros, sangrado, etc.). Los afectivo-conductuales pueden ser captados por cualquier persona cercana al niño. Estos son más comunes que los físicos (si bien pueden confundirse con diversas problemáticas del menor) y van desde el estrés postraumático hasta el consumo de drogas en adolescentes, pasando por retraimiento social, hiperactividad, trastorno del sueño o la alimentación, fobias, tristeza, entre otros. Los sexuales son, junto con la revelación del menor, indicadores altamente específicos de violencia sexual. Principalmente, las conductas sexualizadas precoces y los conocimientos inusuales para la edad. Además, pueden mostrar agresividad en los juegos sexuales con otros niños; masturbarse de forma excesiva o compulsiva; preocuparse u obsesionarse con el sexo, haciendo preguntas y comentarios; presentar una conducta seductora o provocativa; utilizar un lenguaje soez u obsceno; exhibir sus genitales de forma recurrente, etc. Estas conductas sexuales no se han de confundir con aquellas que son saludables de los niños: las que tienen lugar de forma espontánea y voluntaria entre infantes de similar edad, pudiendo provocar placer, diversión, vergüenza y un grado variable de inhibición o desinhibición

    ¿Qué hacer si un menor nos revela que ha sido víctima?

    Es importante señalar que no es nuestro cometido determinar si la situación se ha dado o no. Nuestra tarea consistirá en escucharle describir la situación, con calma y atendiendo a todo lo que dice, evitando interrumpirle y sin obligarle a que muestre lesiones (si las presenta) o comente sus sentimientos. Se ha de hablarle en privado, en un lugar tranquilo, tratándole de forma cariñosa, con dignidad y respeto. Transmitirle empatía, confianza y serenidad, evitando palabras o preguntas que puedan alterarle (del tipo “por qué”: “¿por qué no lo has contado antes?”; “¿por qué no te defendiste?”). Una vez finalizado el relato, es positivo reforzar el hecho de que lo haya comunicado, así como decirle que es normal que tenga miedo y sienta preocupación, pero que no es culpable de lo sucedido.

    Ante sus dudas, se ha de contestar con sencillez y sinceridad, explicándole que debemos informar de la situación y que actuaremos con mucho cuidado, buscando la ayuda necesaria para que no vuelva a suceder y evitando promesas que no podamos cumplir. Lo siguiente es averiguar si actualmente está fuera del alcance del ofensor para su seguridad, y explicarle lo que haremos a continuación, que será notificar la situación a la familia (a menos que esto conlleve mayor peligro), Servicios Sociales o a la Policía.

    En este punto, se ha de resaltar la importancia y obligación de notificar el caso, con el fin de proteger al menor. Esto se puede realizar de diferentes formas. La más idónea es mediante informe escrito, detallando lo máximo posible todo lo que nos ha contado. Otra opción es en persona o por teléfono. Habitualmente, se solicita a los informantes sus datos personales, no obstante, dichos datos no son de dominio público y, por lo tanto, el denunciado no puede acceder a ellos. Cualquier denuncia deberá ser investigada, incluso si es anónima.

    No podemos ignorarlo. Es una realidad que convive entre nosotros y necesita de una respuesta comprometida con la protección a la infancia. No mires hacia otro lado. No seas cómplice.

    Romina Rey Cattani<br>Psicóloga experta en Psicología Forense. Psicóloga General Sanitaria (T-2577)
    Romina Rey Cattani (Colaborador Externo)
    Psicóloga experta en Psicología Forense. Psicóloga General Sanitaria (T-2577)

    Amplia formación y experiencia en la realización de informes periciales en diversos ámbitos.

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