En algunas ocasiones llegan a consulta menores, niños y adolescentes que se han visto envueltos en situaciones de acoso escolar, y tras las primeras conversaciones, aunque muestran conocimiento sobre el tema, me sorprende que justifiquen algunas conductas y las normalicen, tanto víctima como acosador. Quiero pensar que tienen la información y que desde las aulas se les señala explícitamente todos aquellos comportamientos abusivos, para que de ese modo se pueda prevenir y puedan responder adecuadamente, pero lo cierto es que cuando el psicólogo entra en juego, se aprecian las carencias que se tienen para sobrellevar esta situación.
Desde nuestro espacio, Gabinete Psicológico Dánae, me parece prioritario aclarar el término para que no quepa duda en todos los actores de situaciones de abuso: menores (víctimas, acosadores, observadores), instituciones académicas, padres y madres; y otros relacionados con el hecho en cuestión.
La definición más aceptada y utilizada de bullying, también denominado como acoso escolar, maltrato entre iguales, violencia entre iguales,… es la formulada por Olweus en 1999:
Un estudiante está siendo intimidado cuando otro estudiante o grupo de ellos le dice cosas mezquinas o desagradables, se ríe de él o ella o le llama por nombres molestos o hirientes. Le ignora completamente, le excluye de su grupo de amigos o le retira de actividades a propósito. Golpea, patea y empuja o le amenaza. Cuenta mentiras o falsos rumores sobre él o ella.
Estas conductas ocurren frecuentemente y muchas veces es difícil para el estudiante que está siendo intimidado, defenderse por sí mismo.
También es bullying cuando un estudiante está siendo molestado repetidamente de forma negativa y dañina. Pero no lo podemos llamar así cuando alguien se mete con otro de forma amistosa o como un juego, ni tampoco cuando dos estudiantes de la misma fuerza discuten o pelean. Por tanto, el acoso escolar (bullying) es el maltrato psicológico, verbal o físico producido de forma reiterada en el ámbito escolar durante un periodo de tiempo determinado.
Por tanto, se da una víctima indefensa, una desigualdad de poder entre una víctima débil y uno o varios agresores más fuertes física, psicológica o socialmente, se produce con periodicidad, y el objetivo de la intimidación suele ser un alumno o alumna o en alguna ocasión, varios de ellos.
Nuestro propósito como psicólogos preocupados por el tema es hacer saber a los implicados en general que la solución fundamental es la prevención. Cuando se acude a nosotros, en la mayoría de las ocasiones la incidencia está hecha, la restauración del daño ha de darse y los implicados, emocionalmente, lo están hasta el fondo de forma negativa.
Con nuestro trabajo pretendemos prevenir y minimizar los daños y para ello se pone en marcha nuestro programa para identificar y conceptualizar el acoso o ciberacoso, así como los tres roles implicados; se analizan consecuencias potenciando la capacidad de crítica y de denuncia ante el conocimiento de estos hechos; se desarrollan estrategias de afrontamiento para prevenir y/o intervenir en las conductas de acoso o ciberacoso; y promover diferentes objetivos transversales como son mejorar la empatía, capacidad de comunicación, cooperación intragrupo, expresión de emociones,… así como también el desarrollo de adecuadas habilidades sociales.
Quedamos a la disposición. Si eres docente o perteneces a una comunidad educativa, tu responsabilidad es actuar, prevenir, y no sobreestimar el conocimiento que se pudiera tener, puesto que ya sabemos, a los menores hay que repetir la información una y otra vez. Están expuestos continuamente al riesgo de la confusión. Hoy pueden ser observadores, mañana víctimas, quizás pasado, sean los ofensores. Si eres padre o madre, tu responsabilidad es actuar, informarte, escuchar, empatizar, e intentar restaurar el daño con amor. Si la situación te sobrepasa, acude a los profesionales competentes en la materia y solicita ayuda, tanto si en tu caso, el menor es la víctima como si es el acosador o acosadora. Nuestros hijos e hijas, todos los actores, necesitan directrices, necesitan tener claro dónde están los límites, qué es la broma, la falta de respeto y que no, para que de algún modo se distancien de estas conductas, muchas de ellas, nicho de la violencia psicológica.